Trasfondos de Comandantes
Los pasos apresurados corrían por el largo pasillo, aquella noticia tenía que llegar rápidamente a su Señor Magus Nobius. La Cámara del Sudario, después de muchos intentos, había sido abierta, no sin cuantiosas bajas de servidores y grupos de mineros, pero por fin podrían descubrir los tesoros que en ella se escondían.
Atheas, llegó a las puertas de la sala de su señor en la Base Arphileas IX, y los dos tecnoguardias con sus varas de energía le cerraron el paso. Casi sin dirigirles la mirada, les enseñó su tarjeta codificada y éstos, en un rápido escaneo, lo dejaron pasar.
Cuando entró, y las puertas se cerraron a su espalda, lo que encontró en el trono de su señor lo dejó aterrorizado. Envuelto en una sombra negra, de humo oleoso, se encontraba suspendido su Señor, alzado por un ser de ultratumba, que le miraba directamente a los ojos y de los cuales salían latiguillos energéticos como de las columnas voltáicas de la entrada de la Pirámide donde se encontraba la Cámara.
Una parte de su mente le decía a Atheas que eso no estaba pasando y era un fallo en su psique recién adquirida en máquina. Su lado aún humano le gritaba que saliera de ahí tan rápido como había llegado y alertara a todo el complejo.
En ese momento, el ser de energía y sombras le señaló con un arma extraña y se quedó ahí clavado en el sitio, apenas sin poner moverse, mientras veía cómo caía su Señor al suelo convertido nada más que en una carcasa de piel y metal sin vida, y se aproximaba a él.
El mal irradiaba en toda su aura, y todo a su paso se iba volviendo oscuridad. Una voz ancestral le habló directamente a su mente mecánica. Casi volviéndose loco, como si de un virus se tratara, sólo escuchaba:
- "La Muerte está aquí, la Muerte ha llegado. La Muerte... es el Fin y el Principio de mi Legado. Yo soy... Kaelis Ra, el Destructor de la Luz".
En una lucha titánica más allá de sus fuerzas, Atheas, logró arrancarse su tarjeta de protocolos, y mandar una señal psicomecánica por el complejo entero, y a todo aquel que lo pudiera oir. La Cámara del Sudario debía ser cerrada. La Pirámide de las Estrellas destruida y todo el Planeta, exterminado. Eso, o el Sistema Oscensis caería frente a un enemigo que ningún mortal podría enfrentarse jamás.
Y con un grito, que helaría la sangre, Atheas, fue envuelto en la Oscuridad…
Caanok Var, Capitán de la Primera compañía del Capítulo de los Manos de Hierro, General del Clan Avernil, Los Nacidos de la Forja...estaba de misión personal de su propio Señor del Capítulo, Kardan Stronos, por el Sectir Oscensis. Las coordenadas que le había indicado su señor, le llevaban a este amplio sistema poco explorado mas allá del Sector Indomitus, que tras la Brecha Maledictum, había sido un punto clave en las Fuerzas Imperiales para su colonización, defensa y extracción de recursos de la zona para las guerras presentes y futuras en que la Humanidad se encontraba.
Ser elegido por el propio Señor del Capítulo siempre es un honor, pero que le encomiende esta misión tan personal y primordial para sus hermanos, era otro deber. Se rumoreaba que en los planetas centrales del sistema se hayaba una fuente mineral muy parecida a la ceramita, pero más ligera y más resistente todavía si cabe. Esto podría ser utilizado no sólo para armaduras si no para implantes biónicos de la mejor calidad y fiabilidad. Así pues, no era raro pensar que su Señor hubiera elegido a los mejores guerreros de su Capítulo.
Mientras recordaba las palabras de su Señor:
- "Caanok, recae en tí la búsqueda para el futuro de tus hermanos. El Honor de Ferrus es vuestro. Haznos Orgullosos. La Carne es débil".
Una señal llegó a su centro de mando dentro de su nave capitana, y uno de los servidores empezó a transcribir todos los números binarios hasta que en un momento, se quedó con los ojos en blanco y calló encima de su consola repitiendo una única palabra: Oscuridad.
Rápidamente Caanok Var puso en estado de alarma a todas sus unidades, algo había ocurrido en el sistema y si eso impedía cumplir su misión, jamás se lo perdonaría.
- "¡¡¡HERMANOS!!! Preparados para la Guerra, el futuro del Capítulo está en nuestras manos. Porque fallar es intolerable, y el fracaso es debilidad."
ORKOS
Urlakk estaba en su aberrante fortaleza, sentado sobre un gran trono de huesos, rodeado de restos y cabezas de los enemigos que mejor habían luchado y habían sido dignos del Arrankakráneoz.
Había trofeos de todos los tamaños, colores, especies, razas... Dignos de un Gran Kaudillo, sin embargo, Urlakk quería más. Su última adquisición había sido la de uno de esos guerreros del Emperador...o Falso Emperador, no lo tenía muy claro (tampoco le importaba). Estuvo apunto de cobrarse rapidamente su preciada cabeza con el Arrankakráneoz si no fuera por que empezo a recitar nosequé juramentos a su Dios.
- "Hahahaz, pobre infeliz, zolo hay doz Diozez; Gorko y Morko...y elloz no van a ezcuchá a un eztúpido zonrozao pó mucho ke gritez...no erez verde". Este recuerdo le alegró un poco el día; porque salvo patear algún culo gretchin, dar un par de capones a unos de sus chikoz que se habían peleao por no sé qué collar que ahora colgaba de su cuello y un par de apuestas de kolmilloz en las karreraz de buggies...poco más había hecho, y eso, para un Gran Kaudillo puede ser peligroso, pues pueden pensar que eres débil y entonces tienes que sacar la Zerzenadora a pasear.
En ese momento, uno de sus gretchins entró volando por la puerta, atravesando un estandarte imperial rasgado y pintarrajeado que hace de cortina y tras él, apareció
Grodd, el Zezudo...con su báculo levemente iluminado de un refulgor verduzco.
Tras hacerle un ademán con su manaza para que se acercara y propinarle otra patada en el culo al gretchin para que saliera de su vista, se dirigió al recién llegado:
- "Dime Grodd, ¿Ke ez lo ke te trae a mi Kaztillo?
- "Oh Gran Urlakk Arrankakráneoz, Zeñor de las Hordaz, Architerror de los Humanejoz, Alto Rey del Ziztema Ozcensiz..."
- "Zi, zi, ya zé, ya zé todoz miz nombrez...me loz puze yo." Recrimina el gigante verdoso mientras aburrido se aporrea el pecho para dar enfasis a su casta guerrera.
- "Y merezidoz zeñó, oh, el Máz Grande de los Grandez Kaud..." Prosiguio Grodd con la cabeza gacha y sin parar de lanzar medias reverencias apoyado en su báculo hasta que fue cortado.
- "¿Vaz a dezirme a ké haz venido o tendré ke patearte komo al gretchin pa' ke veaz a Gorko y Morko? Ezo te hara vizionar zeguro HAHAHA". Rugio el Gran Kaudillo Urlakk.
- "No, no, mi Zeñor. Zólo venía a advertiroz...". Aclaro el chaman a sabiendas de lo que Urlakk contestaría.
- "¿ADVERTIRME? ¿A MÍ?" - Rugió Urlakk - "¿¡CÓMO TE ATREVEZ MIZERABLE...!?" Levantándose, se dirigió hacia el psíquico con Arrankakráneoz entre sus manos...
- "No, no, mi Zeñor." - Retrocedió unos pasos titubeando. - "Kería dezir, informarle zobre una vizión que los Diozes me han lanzado zobre el Ziztema Ozcensiz...".
Cuando oyó eso, Urlakk bajó el hacha, y con una mirada de desconfianza, le preguntó:
- "¿Ké okurre con MI Ziztema?"
- "Zeñor, una Gran Batalla ze aproxima. Muchoz enemigoz ze aproximan a vueztroz planetaz.
Todoz kieren tu kabeza, oh Gran Zeñor pero uno de elloz por encima de todo. Un Gran Guerrero en armadura ozcura ze alza con zuz puñoz enzangrentadoz por la muerte de zuz hermanoz caídoz clamando venganza. Una furia komo el fuego en Rynn entre tuz zoldadoz ze propagará a no zer que tú luchez con él y lo matez....Pero ezta lucha no zolo ez akí, zino en laz Eztrellaz. Los Diozez pelearán, y algunoz morirán para ziempre. Pero hay máz, una Ozkuridad komo nunka antez vizta noz amenaza a todoz. Inkluzo a Gorko y a Morko, y te han elegido a tí, tú llevaz zu marka...letal pero aztuto, aztuto pero mortal, para que zolo haya una coza en la Galaxia... ". De repente, como si su garganta le fallara del animo al soltar sus visiones, Grodd se queda callado, cae de rodillas, sujetando el báculo con ambas manos.
- ¿Ké ez, Grodd? - Dijo Urlakk.
-WAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGHHHHHHHHH!!!!!!!
PUÑOS CARMESIES
//Barcaza de batalla “Venerable” - Temeraria II // Rumbo 027-74B hacia el Sector Oscensis // 17:27 p.m / Zona Reclusiam //
- " Ellos serán mis Ángeles de la Muerte, y No Conocerán el Miedo".
Las filas de Adeptus Astartes cubren con perfección matemática el monasterio. Erguidos con sus sagrados bolter en el pecho escuchan la palabra del Señor de la Santidad Hauis Argento. Los servidores cargan el aire de inciensos; el silencio respetuoso hace parecer estatuas a los guerreros de Kantor; sus corazones palpitan de ilusión, esperanza y rabia a cada palabra que el Santo Capellán recita los salmos e informa del Órden de Batalla:
- "...el Capitán Faradis Anto servirá de punta de lanza para la flota. Su misión estará enfocada a la exploración y eliminación sirviéndose de la sabiduría del Codex Astartes y nuestra experiencia en la guerra de guerrillas. Localizarán a las fuerzas enemigas en Oscensis para que nuestro Señor de la Flota reorganice la trayectoria de entrada en el Sector. Una vez hayamos creado una cabeza de playa, la flota enviará recursos y refuerzos escalonados a nuestros hermanos de la 3º Compañía para que mantengan la línea hasta la llegada del Señor del Capítulo Pedro Kantor y el resto de la flota. Capitán Faradis Anto, Teniente Angel Protreus; ustedes tienen el honor de ser quienes nos guíen en esta gloriosa Cruzada; el Emperador os está observando, demostrarle que sois dignos de su mirada."
Ambos interpelados, agachan sus cabezas descubiertas, mientras los servidores y ayudantes del capítulo van consagrando cada pieza de arma y armadura, y ensamblan en sus cuerpos perfectos como hijos del Emperador. Una vez terminados los ritos sagrados, el Capitán Faradis Anto, junto con su Teniente Proteus, se dirige con voz firme y poderosa a sus guerreros que ahí esperan:
- "Desde la trágica noche en nuestro mundo Santuario, el día que vimos caer Arx Tyrannus, los Puños Carmesíes no han sucumbido frente al caos que sume al Imperio. Todos nosotros recordamos la historia, todos hemos vivido o leído las crónicas de Rynn; de cómo perdimos a prácticamente todos nuestros hermanos, de cómo nuestro hogar se sumió en escombros y cenizas...oscuros meses en la memoria quedan en todos aquellos hermanos veteranos que junto a nuestro Señor Kantor defendimos sin reblar cada metro de nuestra tierra. Nuestros hermanos caídos; todos ellos nos acompañan, nos alientan a seguir adelante, nos observan silenciosos impartir la justicia de nuestro padre ¡Oh glorioso Emperador! Tu voluntad nos puso a prueba frente Snagrod; ante los gritos guturales y el retumbar de la dunas, ante las hordas verdes y el cielo en llamas...nosotros, hermanos ¡Resistimos y SOBREVIVIMOS!". Un repicar de puños carmesíes enfundados en ceramita empieza a aumentar de tono, conforme los guerreros empiezan a golpear, como de una tormenta se tratara, los pectorales de sus armaduras.
- "...Dos siglos nos separan de aquel fatídico día, 200 años donde los hijos de Dorn han llevado la justicia al Imperio a pesar de nuestra condición... Capítulos hermanos nos han menospreciado; nos creían extintos, inválidos e incapaces. Hasta los Altos cargos de Terra se atrevieron a decir desde sus pomposos asientos que nuestro Capítulo estaba destruido...y desde esta misma nave le recordamos al Imperio de la Humanidad que mientras uno de nuestros hermanos siga en pie. ¡La luz de Dorn jamás se apagará!" Al sonido de los puños se unen las voces de los cientos de presentes ahí reunidos, creando una atmósfera de rabia y honor por igual.
- "Y aquí tenemos la prueba... ¡Oh bien hallados hermanos novicios, balsámico reencuentro nos ofrece el Primarca Roboute Guilliman! El Hijo que volvió... Sus palabras llenan nuestros corazones de Fé y Esperanza. Nos insuflan a nuestro capítulo una energía renovada nunca antes vista en las crónicas. Aquí y ahora os digo, Perros de la Guerra de Dorn, que la Galaxia temblará cuando nuestros bolters retumben y nuestros puños aplasten cada mácula de herejía." El ruido es ensordecedor en el Reclusarium, la Llamada a las Armas se ha desatado y el rugido de los Astartes es ensordecedor como de mil leones a la caza se tratara.
- "Hoy hermanos reafirmamos nuestra fé pues los Puños vuelven a avanzar como hicimos antaño en la Cruzada de Declates...y como antaño, no reblaremos, no retrocederemos ¡Únicamente avanzaremos! ¡Hoy marchamos! Por Rynn y Dorn, penetraremos en el Sector Oscensis y lo liberaremos de la apostasía y la oscuridad. Que tiemblen los herejes, xenos y demonios...pues el puño de Dorn jamás será vencido. ¡SOLO EXISTE EL EMPERADOR!".
- "¡ÉL ES NUESTRO ESCUDO Y PROTECTOR!".
Cientos de Puños Carmesíes se ensalzan al aire de la gran cámara en respuesta, que de repente, se queda en un silencio sepulcral.
CAPÍTULO SHINIGAMIS
Han pasado más de 1000 años desde el adebacle del Sistema Oscensis. Esa campaña supuso un ejemplo de sacrificio, honor y fracaso dentro de la historial del Capítulo Shinigami. Se movilizaron recursos ingentes tanto de marines espaciales, humanos y naves bajo las órdenes del más insigne Daimyo, o Señor del Capítulo, hasta la fecha: Senkiu Toyotomi.
Larga fue la campaña y cruentas las batallas. Los enemigos del Capítulo se alzaron una y otra vez contra las fuerzas de los Shinigami, y una y otra vez fueron repelidas como antaño cuando pertenecieron a la Legión de Mortarion. Pero al final, el sector no pudo ser defendido y se dio por perdido, y se llamó a retirada.
El Comandante de la misión cubrió la retirada de sus hombres y naves con su buque insignia la Yamato, tomando como tripulación a 10 marines voluntarios, entre los que se encontraban sargentos y suboficiales de todas las escuadras y sectores. Con su sacrificio compensaron su fracaso en la batalla, pero sus katanas de energía (su arma reliquia de honor), se perdieron para siempre en la inmensidad de la Galaxia, junto a sus almas.
De los más de 400 marines que participaron en la campaña, sólo regresaron 389 katanas y 43 marines. La mayoría de ellos heridos, incapacitados e inconscientes hasta el punto de entrar en el sueño negro. Todo esto se repetía en la mente del Daimyo actual, el Señor Hideyoki Mushashi mientras permanecía sentado en posición de seiza, a solas, en el dojo de entrenamiento de la fortalezamonasterio del Capítulo. Por toda la compañía tenía a su lado sus Daisho (juego de katana y kodachi) propias de su rango. Dos armas legendarias y forjadas personalmente por Hideyoki en los fuegos del Monte Fujiyashi, en el planeta Chikyü, hogar de sus Shinigami.
Frente a él, una placa de datos mostrando un mensaje recibido por el coro astropático con protocolos y claves antiguas propias de la Legión:
- “Transmision imperial // Año 2021 del M42 // Señores de la guerra , grandes kaudillos…” Tartamudeaban los vocalizadores del ordenador de abordo.
Hideyoki seguía sin entenderlo. Todo el texto, el hecho de recibirlo con protocolos, ritos y claves de su antigua Legión y que le recordaba la herida en el honor de todos ellos... Sólo hacían pensar al Comandante que se trataba de una trampa tendida por los “hermanos innombrables” de la Guardia de la Muerte. O de cualquiera de las otras Legiones Traidoras. No era la primera vez que intentaban tender una trampa sirviéndose de información capturada en algún esquife o resto. Sin embargo la cita y el sello de autenticación al final del documento eran inequívocos e infalsificables. Eran los propios del “caído” Senkiu Toyotomi Caído…mejor nombre no podía recibir.
A efectos del Capítulo, él y sus hombres estaban muertos en combate. Y se reverenciaba con honor los 11 huecos dejados en la Sala de los Ancestros a la espera del regreso de sus sables. La idea de que siguieran vivos cualquiera de ellos y no hubieran vuelto con el Capítulo, junto al quebranto de los Juramentos al Servicio del Emperador tras milenios, requería del Código del Círculo Interior, que fueran perseguidos y capturados para mediante sepuku, compensaran su
honor perdido tras el adebacle y el de sus hermanos caídos. Pocas serían las justificaciones que pudiera dar para seguir con vida.
Caído… Su sóla mención de la palabra le repugnaba. Ningún Shinigami en toda la historia desde su escisión de los lazos de sangre con sus antiguos "hermanos", había recibido la mácula de la duda de la traición…
Traición...La rabia ardía en él. Traición al Código, traición al Capítulo, traición a sus hermanos y al Comandante Emperador.
Honor...La furia le endurecía. El Código del Círculo Interior lo exige…El Honor del Capítulo lo exige... Sus Hermanos muertos los exigen.
Había tomado una decisión, y era inquebrantable: El Capítulo de los Shinigami regresará al Sector Oscensis. Hideyoki se incorporó en un movimiento armonioso, fluido y rápido. Con la agilidad que sólo da la repetición hasta la perfección. Sus Daisho se encontraban cruzadas bajo el cinturón de su
keikogi negro. Corrió el panel de papel que franqueaba el acceso a la sala. Frente a el, un largo pasillo metálico y austero donde 5 Capitanes de indumentaria y complexión exactamente idéntica a la suya aguardaban en seiza sus indicaciones. Sus expresiones desapasionadas, sus ojos resueltos, su determinación inquebrantable.
- "EN MARCHA! EL “CAÍDO” HA DE RESPONDER..."
GUARDIA DE LA MUERTE
Suppurax Muttermould, Señor del Contagio y Acarreador de Plagas de los Susurrantes, la 5ª Cohorte Séptica del Yunque de Mortarion, comandaba a las tropas bajo su mando a otro planeta más del Sistema Oscensis cumpliendo las órdenes de su Señor Primarca, el Príncipe de la Decadencia, en búsqueda de un nuevo objeto arcano de gran poder que podría ayudar a propagar los regalos de su Dios Nurgle al resto de la Humanidad, cuando, de repente, una visión apareció en su mente atormentada de una vida pasada.
Era otra época, hace un milenio aproximadamente, por alguna extraña razón, este Sistema y estos planetas ya los había pisado. Pisado, luchado, sangrado, y perdido... o eso pensaron los Altos Señores de Terra. Aquellos mequetrefes gordos abotargados en sus sillones de cuero a millones de años luz de donde los auténticos guerreros estaban llevando la supuesta "Luz del Emperador". ¡Malditos! Los habían llevado ahí engañados. Prometiendo que estaban haciendo el "bien" y es lo que ÉL quería. Pero no, era lo que ELLOS querían.
- "¿Quién se preocupaba por sus guerreros? ¿Quién se preocupaba por el Honor? Ya no había Honor..." Alargó la palabra en su boca y soltando una flema gorgoteante al final de pronunciarla.
- "El Honor murió cuando nada más eramos sacrificados en su nombre y ÉL nos había abandonado hace milenios, para más gloria de ELLOS...". Suppurax tenía otro nombre en el pasado, pertenecía a otro "capítulo, un nombre que queria salir a la luz de nuevo.
- "¿Cómo era...?". Poco a poco le apareció un nombre en su mente enferma.
- "Síííí... Senkiu Toyotomi, el Daimyo de los Shinigami...". La rabia y la ira crecía en su interior.
- "¡Malditos sean todos ellos! ¡Me abandonaron! Sí, eso fue lo que hicieron...Nos dejaron a mi y a mis hombres luchando solos contra los enemigos, mientras ellos huían salvando sus pellejos en vez de caer en combate como el Código Interno
decía. ¡MALDITOS!". Se intentó calmar, puesto que no todo estuvo perdido.
- "...Casi tendría que darles las gracias ya que en el fondo de los Once, una voz escuchó nuestras plegarias y nos salvó. Nuestro cuerpo cambió, sí, pero nos dio la fuerza, la resistencia, la voluntad de seguir adelante, como habíamos hecho cuando eramos Legión y no como los endebles perros falderos que nos habían convertido. Y cuando juramos lealtad, en nuestras mentes resonaron las palabras de nuestro padre Mortarion que nos recibía como Hijos Pródigos".
- "Sois mis hojas intactas, mi Guardia de la Muerte. Por vuestra mano se aplicará justicia, y la muerte acechará a un millar de mundos."
Tras eso, reforjaron sus katanas ceremoniales, anteriormente el honor de su "Capítulo", convirtiéndolas en armas de plaga bendecidas por su nueva deidad; con un patrón que les había enseñado la Verdad de los Dioses, renacieron con nuevos nombres y se unieron a las filas de sus antiguos Hermanos de Sangre, bajo las órdenes de su Señor de la Plaga Mortarion.
- "Hermanos...". Se dirigió tras volver en sí a sus guerreros.
- "La hora de de reunirnos con nuestros antiguos compañeros ha llegado, y les mostraremos la Luz de la Verdad...y a nuestro pasó, sólo quedara Muerte y Enfermedad".
ELDARS
Daravar paseaba por los Jardines de Piedra de su Mundo Astronave contemplando las figuras hiperrealistas. Algunas eran niños jugando, persiguiéndose unos a otros. Otras, unos enamorados que se besaban apasionadamente. Había incluso algún artista con sus instrumentos de música o alzando sus ahora calladas voces al aire. Miraras donde miraras, todos tenían un estado común: la piedra. Y no, no es porque fueran estatuas, si no porque eran sus antiguos vecinos, amigos, compañeros... su vida, que se habían quedado así por culpa de una antigua Maldición que acarreaba a la mayoría de sus habitantes.
Sí, antiguamente, antes incluso de la llegada de la Sedienta a sus malditas vidas, habían sido un Mundo Astronave poderoso. Por supuesto, cuando ocurrió La Caída, miles de sus compatriotas perecieron por dejarse llevar en sus excesos, y sus almas fueron consumidas sin piedad por la nueva deidad creada por la psique Aeldari, pero aún así, la combatieron y sobrevivieron a su extinción.
Surcaron las estrellas y galaxias enteras fueron su reino, hasta que los malditos mon-keigh libraron su particular Guerra Civil en la que sectores enteros fueron arrasados por los fuegos de la batalla, y aunque los Aeldari no participaron directamente en el enfrentamiento, por desgracia, algunos nuevos enemigos surgieron tras esta contienda.
Débiles eran sus mentes y almas, y por ende, susceptibles de caer bajo los influjos de los Dioses de la Disformidad. Tras ser su Caudillo eliminado (y moribundo su "Emperador"), y tras romper el espacio temporal con la cicatriz que denominaron El Ojo del Terror, huyeron a la Disformidad. Ahí podrían haberse quedado, o seguir luchando entre ellos hasta casi la extinción, pero uno de ellos, tras realizar un hechizo que estaba más allá de su poder y comprensión, provocó una reacción en cadena en sus compañeros convirtiéndolos en polvo.
Por desgracia, el Mundo Astronave de Daravar estaba en esa región, persiguiendo los últimos remanentes del ejército enemigo y sufrieron similar final. Muchos no pudieron evitarlo, incluso los grandes Señores Espectrales padecieron tal lacra. Sólo los más fuertes de voluntad y espíritu pudieron soportarlo, y ahora van en búsqueda de una cura para sus compatriotas.
Tras muchos siglos estudiando en las Academias de Videntes, ha descubierto que en el Sistema Oscensis hay un Portal a la Telaraña que podría conducirle al interior de la Biblioteca Negra, donde el Antiguo Saber que ahí se reunía podría volver a llevar la gloria y la salvación a su raza.
Con gran determinación, se acercó a una estatua en concreto, una bella eldar, que lo miraba con sus ojos pétreos, mientras le sonreía con el brazo alzado.
- “Amada, volveremos a estar juntos, te lo prometo…o me uniré a tí, en nuestro Destino...”
MILHIJOS
En la Gran Cámara del Pináculo de la Noche, Thatek Rhan era convocado por su antiguo compañero Ahzek Ahriman. Él era uno de los cinco Rehati, perteneciente al Culto de la Magia, y si su amigo lo llamaba para una de sus logias, él acudiría pues sólo podía ser por un motivo: La Biblioteca Negra y el acceso a la Telaraña.
Cuando llegó, se encontró con el poderoso hechicero que lo esperaba, sólo iluminado por unos fuegos fatuos que iban cambiando de tonalidad desde el azul, pasando por verdes, morados, rosas…El olor de la hechicería impregnaba la estancia. Era casi como cuando estaban en Tizca antes del Concilio de Nikaea y posterior destrucción de Prospero. Aquello aún le dolía por dentro al hechicero, y no sólo porque aún llevara la cicatriz que le dejó uno de esos perros falderos del “Emperador”, si no, por lo que pasó después con su preciada Legión y el Destierro.
Thatek se adentró en el pentagrama dibujado en el suelo de aquella cámara, procurando no pisar los símbolos y rayas que lo formaban, pues cualquier interacción con él, podía ser la apertura al Reino de la Disformidad o algo mucho peor. Una vez estando ambos guerreros enfrente uno del otro, se retiraron los cascos, sólo para ver los ojos cansados del otro y lo envejecidos que estaban. Ahriman fue el primero en hablar:
- "Bienvenido hermano, sabía que vendrías."
- "No podía desatender la llamada de mi maestro y mentor." Contesto Thatek con una respetuosa inclinacion de cabeza.
- "Gracias Thatek. Si te he hecho convocar es porque te necesito para un gran plan, como aquel que llevamos a cabo hace siglos pero esta vez, necesito que consigas un objeto que se encuentra en un sistema no muy alejado y que, por lo que mis investigaciones y “aliados” me han informado, puede ser una entrada al lugar que tanto anhelamos...La Telaraña y su Biblioteca Negra."
- "¿Se ha abierto la Puerta?" Exclamó sorprendido Thatek.
- "No, pero con el objeto en nuestras manos, será la llave que nos lleve a abrirla y así poder rehacer la Rúbrica y demostrar a nuestro “Padre” que no le fallamos. Eso, sin contar, todos los conocimientos que nos aguardarían."
Thatek, arrodillándose como un iniciado ansioso por comenzar sus tareas, dijo:
- "Cuente con el Culto de la Magia para conseguirlo, mi señor."
Ahriman, tomó de sus hombros al hechicero y lo alzó:
- "No hace falta que te arrodilles. Sólo necesito que consigas ese objeto que se encuentra en el Sistema Oscensis, y me convoques cuando empieces este ritual." Le tendió un viejo pergamino en el que se veía el sello lacrado del propio Gran Hechicero Magnus.
- "Será un honor, maestro."
- "Parte en seguida y recuerda: ¡Todo es polvo!" Afirmo estoicamente Ahriman.
- "¡Todo es polvo!"
ELDARS OSCUROS
Arkiish corría por la arena con su guadaña teñida en sangre. Fintaba, giraba, saltaba, segaba…mataba. Esta era una oportunidad que se daba en pocas ocasiones dentro del Culto del Conflicto, en la que varias brujas, hekatrices y sucubos se juntaban en las amplias arenas del coliseo que era el Crucibael para demostrar quienes de ellas eran las más dignas sucesoras de su Gran Súcubo...Lelith Hexperax.
No sólo luchaban contra sus propias hermanas si no que habían reunido a los más poderosos de sus cautivos para dar un espectáculo de tal magnitud, que el aforo de esa noche había sido sobrepasado, y aquella actuación sería recordada en años.
Mientras se adentraba en el centro del anfiteatro se dirigió rauda hacia un guerrero enorme; con el torso descubierto, que mostraba varios implantes biónicos y entradas a su cuerpo que lo marcaban, junto al águila bicéfala tatuada en su pecho. Uno de aquellos mon-keigh del Adeptus Astartes. Los mejores guerreros de la Galaxia decían…
Una sonrisa asomó a sus labios mientras se acercaba. El guerrero la esperó con las armas prestas y cuando Arkiish se acercó a rango, le lanzó una serie de ataques rápidos que habrían descuartizado al mejor enemigo, pero la bruja no estaba ahí…Como si de un borrón en el tiempo se tratara, apareció a su espalda, y con un golpe descendente de su arma, segó la vida de ese mortal.
- “Vaya, no era tan bueno...”. Susurro con desden mientras se dirigía a por su próxima víctima.
Transcurrió la noche, y el combate fue menguando mientras sólo quedaban los guerreros más fuertes o que mejor habían combatido, cuando sonó un cuerno de hueso espectral desde la más alta de las torres del Coliseo. Todas las brujas reconocieron la llamada. La Reina de los Filos iba a participar en el espectáculo. Vítores, aullidos y aplausos se propagaron por la arena cuando Su Excelencia pisó la arena y se dirigió a las gladiadoras y esclavos por igual:
- "Ha sido un buen espectáculo pero… ¿Quién de vosotros se batirá conmigo? Hahaha HAHAHAHAA". Reía desafiante mientras desenfundaba sus dos hojas hekatarii.
Un orko enorme que sangraba por múltiples cortes y armado con una gran rebanadora se lanzó con un brutal rugido hacia la recién llegada. Lelith sin aminorar el paso, lanzó una cuchillada y siguió avanzando mientras el cuerpo ya sin vida del monstruo caía de rodillas con un ligero corte en la garganta del que no paraba de salir sangre.
Acto seguido; fueron unas jóvenes brujas a por ella y quedaron tendidas en el suelo, no muertas, pero si gravemente heridas. Arkiish sabía que enfrentarse a la Reina de frente sería una invitación a la muerte, pues nadie en el Universo sería capaz de derrotarla en un combate singular, sin embargo; también sabía que si quería ser una de sus nuevas Sucubi y formar su propio Círculo tendría que hacerlo más pronto que tarde. Con esa idea en la mente, agarró su guadaña "Hija de la Condenación” y se lanzó a la carga.
Cuando llegó a la altura de Lelith, la cual estaba combatiendo con varios guerreros (o bailando con ellos, según se viera), asestó un barrido a la altura de la cabeza. En ese preciso momento; Lelith que pareció adivinar el ataque se agachó, y en cambio fueron cercenadas las cabezas de sus rivales. Con un movimiento felino, se giró y se encaró a Arkiish:
- "Parece que “la Parca Negra” ha venido a por mí. Habrá que darle la bienvenida". Y se lanzó con los cuchillos en un remolino de acero.
Arkiish, realizó un ocho con su guadaña para mantener la distancia con su agresora, parando alguno de sus ataques con el mango largo o la hoja curva.
- "No está mal, para una candidata, pero ¿Tienes lo que hay que tener para derrotarme?". Jadeo Lelith con un aire amenazante y burlón.
Arkiish, muda como la muerte se lanzó con el arma preparada para dar un golpe, cuando Lelith, en vez de esperar o esquivar se abalanzó también al contragolpe. Sorprendida; movió la guadaña hacia delante, por debajo de la guardia de la Gran Sucubo casi dejándola caer para cuando estaban casi juntas apoyarse en el suelo y saltar por encima de Lelith. Así evitando la cuchillada que iba a su vientre. Jugando con el apoyo, se giró en el aire, y al tocar con los pies en el suelo y con la inercia del movimiento, lanzó de abajo arriba la hoja larga de su arma hacia donde estaba su Reina…o eso creía.
Con el roce frío del acero tocándole en su piel marfileña del cuello y los ojos bien abiertos porque no sabía qué había ocurrido; una voz le susurro al oído:
- “Hoy no, mi querida Muerte...aun no...traeme guerreros dignos de mi presencia”.
CORSARIOS ROJOS
El bombardeo orbital arrasó con el Palacio y todo lo que en él habitaba, así como el barrio en el que se encontraba. Pero todo no estaba destruido. Por alguna extraña razón o magia profana, de los escombros de la antigua catedral, los pocos Corsarios Rojos que se habían refugiado en los búnkeres, encontraron el cuerpo de un marine espacial.
Era uno de los suyos, aunque la armadura la tenía prácticamente destrozada, y sólo una pequeña runa en su frente latía con una leve luz azulada. Se trataba de Gharrax el Carnicero, capitán de los Elegidos Carmesís.
Tras llevarlo bajo la ciudad, al Santuario del Sepulcro, e introducirlo en el círculo de piedras malditas ahí reunidas. Gharrax regeneró rápidamente sus graves heridas y con un gutural rugido se alzó de nuevo con una misión en su cabeza: Encontrar a ese enemigo que casi lo había vencido y terminar con su existencia. Y sabía dónde lo encontraría…huyendo al Sector Oscensis.










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